martes, 16 de febrero de 2016

La luz del callejón - Camilo de Ory


La Asociación del Diente de Oro tiene el gusto de recibir en La luz del callejón a uno de los poetas más irreverentes del panorama literario de nuestro país. La cita, como siempre, en La Expositiva (c/ Cárcel Alta, 7).

Camilo de Ory

Lunes, 22 de febrero de 2016
21.45 horas

Presenta: Erika Martínez



Camilo de Ory (Segovia, 1970) es autor de los poemarios Lugares comunes (Pre-Textos,2006, VII Premio Internacional Emilio Prados), Sopa de sobre (Ediciones del 4 de Agosto, 2009), Por qué sólo beso a estatuas (Renacimiento, 2009, II Premio Internacional Francisco Villaespesa), Una ocasión perdida (Miguel Gómez Ediciones, 2012) y Errores de compás (Origami, 2015), la novela Osos en bicicleta (Boîte en cartón, 2016), el libro de relatos Cosas con la lengua (Arguval, 2002), la recopilación de textos periodísticos Dios y otros artículos (Hipálage, 2009) y el volumen de aforismos 300 (El Gaviero, 2012).

Y para hacer llevadera la espera:

Era la anatomía

Por dentro somos negros,
el corazón, las tripas,
los recovecos íntimos:
jamás entró la luz ahí,
nunca esclareció un rayo
las cosas y posó
su dedo en un color de la paleta.
Un pulmón sano es negro,
tan negro como lo pueda
llegar a ser el de un
fumador inveterado.
Tu corazón, amor, es negro,
y no cazas en África elefantes
ni tocas blues en un tugurio
con humo y con el resto
de los aditamentos de rigor.
Oscuros seres somos, y tan sólo
la herida que se abre nos revela
de algún modo irisados
y pinta blanco el hueso,
aproximadamente rojo el músculo.
Otorga el cuerpo,
o a la parte de éste que ha quedado
bendita por el golpe y por la sangre,
cualidad de cuerpo imaginario,
y deja que se acerque al ideal.
Es en la autopsia,
si es que nuestra forma
de muerte da lugar a que la haya,
cuando el forense, ahora
ya despreocupado de cuidar
que se mantenga estanco
el humor de la vida,
abre con alegre bisturí
la caja que se dice que es el tórax
y da entrada y salida a los colores:
la muerte, así la feria, nos redime,
y nos caracteriza, da al adentro
la apariencia real de lo de afuera.
Va la luz
y enciende las estancias de la casa
que nunca por completo viera nadie
iluminada y franca. Le concede
tono a la piel interna, como un niño
que llenara, novato y aplicado,
un dibujo del cuaderno escolar,
tratando de no salir del borde.

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