lunes, 21 de enero de 2013

Brillos de la azotea - Trinidad Gan


Una vez más la Asociación del Diente de Oro sube la poesía a la terraza. En esta ocasión, nos complace invitarles a la lectura de una poeta granadina de fuerte e importante proyección. Como siempre, Brillos de la azotea en la terraza-mirador del Hotel Fontecruz.



Trinidad Gan
Lunes, 28 de enero de 2013
21h




Trinidad Gan (Granada, 1960). Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ciudad en la que reside.
Colabora en el consejo de redacción de la revista "Letra Clara" (Facultad de Filosofía y Letras, UGR) durante los años 1997 y 1998, participando en recitales poéticos del grupo.
En 1999 publica Las señas del pirata, poemario-plaquette editado en la editorial Cuadernos del Vigía. Algunos de estos poemas aparecen también incluidos en el Dicciónario-Antología Plumas femeninas en la literatura de Granada (siglos VII-XX) de Amelina Correa Ramón y editado por Universidad de Granada en 2002.
Es invitada a participar recitando sus poemas en el VII Encuentro de Mujeres Poetas celebrado en Granada en Noviembre de 2002, participación que se plasma en las Actas del encuentro publicadas con el título Palabras Cruzadas-VII encuentro de Mujeres Poetas y editadas también por la Universidad de Granada en 2003.
Ha publicado también poemas en revistas (Revista Litoral: La poesía de mar, 2001 y Escribir la luz, 2010) y ha obtenido accésit en los Premios del Tren en el año 2009 con el poema titulado "El fugitivo".
Sus últimos poemarios son:
Fin de fuga, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008 y Caja de fotos, XII Premio "Surcos de poesía", editado por Renacimiento en 2009.







Postales en 3D
"Pero tiene la luz recuerdos que son nuestros"
Luis García Montero

Hay recuerdos incluso
que se hacen habitar sin que los llames.

De improviso te encuentras ante un telón echado
que imita Plaza Nueva manchada por la tarde.
Te sientas, extrañado, mientras cae la lluvia.
Frente a ti solo el hueco de un oscuro escenario
y alrededor, vacía, la sala de butacas.
Recoges en el aire como un resto de voces,
de risas, de perfiles que fragmentan la luz
—vano azul celofán junto a la embocadura
de una ciudad de hielo varada en su tramoya.

Prisionero del vértigo que acecha en los regresos
ya no sabes después, cuando abres los ojos,
si es que llegaste tarde al espectáculo
o aún no tuvo comienzo.

Y te quedas dudando, perdido el equilibrio,
si es la mejor función que tiene la memoria
protegernos del frío al salir del teatro.


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